9 de marzo de 2009

Realidad/arte/gusto





El fotógrafo Richar Billingham dedicó parte de su vida y obra a tomar instantáneas de su desestructurada familia (su padre es un alcohólico crónico y su madre una mastodóntica pieza de carne tatuada con un gusto de lo más kitsch para la decoración).
El autor declaró que el porcentaje de su obra que el consideraba arte servía para alejarlo de la dura realidad que vivió durante su infancia y juventud, y que encontraba algo poético en el sisnsentido de lo que retrataba. Pero el resto de fotografías, aquellas que simplemente eran tomas de un viejo borracho y de su gorda madre le hacían sentir una pena infinita.
Billingham nunca dejó claro cuáles de las fotos consideraba arte. En lugar de eso, deja al espectador que decida por sí mismo qué pensar de su obra, la cual es de una crudeza innegable.
La interpretación personal del arte es vital para observar la obra del fotógrafo; la noción del gusto, es esencial para interpretarlo. (Ver Colección completa/información de Richard Billingham)



2 de marzo de 2009

Nena, yo soy un artista...


“Todo escritor está obligado a encontrar su propio lenguaje, tal y como todo violinista está obligado a crear su propia tonalidad…”

Marcel Proust





Los tópicos y clichés en el arte son imágenes repetidas y comúnmente aceptadas. En la mayoría de los casos se debe a que resultan acertadas o atractivas. Cuando hablamos de un amanecer «rojo como el fuego» sabemos que no estamos siendo originales, pero a pesar de ello la fuerza de la metáfora es innegable.
Toda creación artística implica la asimilación de ciertos recursos comunes en nuestro imaginario, ya que ningún artista puede desligarse por completo de aquella cultura en la que se ha visto inmerso toda su vida. El umbral que distingue la influencia de otras creaciones y la explotación del tópico es borroso. Y de cualquier forma, el arte no debería aspirar a la repetición interminable de lugares comunes. El arte es posible sin tópicos, ya que la negación de ello equivaldría a aceptar que no existe nada nuevo por hacer ni nada nuevo que decir, y por extensión, que el arte se ha agotado.
En mi opinión, uno de los conceptos básicos para caracterizar al arte como tal es el de que cualquier creación debe aspirar a una «autenticidad». Toda obra artística se incluye dentro de una tradición determinada, que implica que está relacionado con los tópicos de su época. Desligarse de ello, convertirse en original es una tarea prácticamente imposible. Pero de cualquier forma, todo artista debería pretender expresar hasta las últimas consecuencias su visión del mundo. El arte es la vía de expresión por excelencia de la subjetividad. La mirada particular del artista es lo que dota a la creación artística de sentido. Y, por tanto, los tópicos pueden convertirse en un recurso para la innovación o eclipsar por completo la autenticidad del proyecto.


La creación artística sin tópicos es posible, pero no por ello de mayor o menos calidad. Los tópicos no son siempre perniciosos, pero sí lo es su uso sistemático para la propia esencia del arte. En la sociedad de masas este antiguo debate de la historia del arte extiende sus manos hacia otros ámbitos, el conflicto entre el individuo y la masa, el valor de la libertad y la soledad que esta comporta (ver http://www.wolton.cnrs.fr/ES/dwcompil/glossaire/societe_ind_mass.html). Para el artista, enclavarse en una tendencia concreta puede significar abandonar la marginalidad creativa y entrar en el mercado, de ahí el abuso de tópicos. La excasa originalidad y autenticidad del arte parece una de las características del cambio de la era moderna. Pero la respuesta para el futuro del arte no está zanjada, si no que la construimos día a día entre todos, intentando hacer sonar nuestras voces por encima de todo ese ruido mediático.




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